La fórmula clásica será sentar a los novios y padrinos en línea recta frente al altar. Si el presbiterio es amplio estarán colocados en él, si por el contrario es pequeño se pueden situar inmediatamente al pie del mismo. Una alfombra y unos reclinatorios marcarán el lugar.
El novio será el primero en llegar acompañado de la madrina, a la que dejará ubicada en su asiento, junto al que ocupará la novia, mientras él se situará de pie frente al suyo y esperará la entrada del padrino de la novia. Este es el momento más esperado de la ceremonia, todo el mundo quiere ver el traje de la novia, el secreto mejor guardado.
Lo correcto es que una vez que haya entrado el novio con la madrina se cambie la música para señalar la entrada de la novia. Una vez en el altar, el padrino saludará al novio y en un acto simbólico le ofrecerá a la novia.
El padrino se colocará a la derecha del novio, mientras que la novia, ayudada por el novio a su izquierda, junto a la madrina.
Otra colocación posible: los novios sólos, frente al altar, tomando así éllos el máximo protagonismo. En este caso los testigos tomarán asiento en el presbiterio, a la derecha se situarán los testigos del novio y a la izquierda los de la novia.
Una variante sería la entrada por cortejo, si se opta por esta opción, los testigos también harán su entrada para acompañar al novio al altar, en parejas de dos, sentándose a la derecha los testigos del novio y a la izquierda los de la novia. Detrás de los testigos entrarán juntos la madre de la novia y el padre del novio y tras éllos, hará su entrada la madrina con el novio y por último lo harán la novia con el padrino. Este tipo de entrada es muy lucida y realza mucho la ceremonia.